lunes, octubre 09, 2006

Marte y Venus en la Atlántida (Sexto Agarrón de Alarido)

Venus regresó poco antes de las ocho de la noche. Su compañera estaba dormida, de modo que decidió no despertarla. Se preparo como si fuese a una importante lucha, aunque aquella noche estaba fuera del cartel, suspendida dos semanas por exceso de rudeza. Sobre el uniforme de gala, vistióse una larga gabardina y un sombrero de hombre que ocultaba su rostro. La aguerrida mujer se lanzó a la noche cubierta por dicha indumentaria. “Máscara sobre máscara”, pensó, suponiendo que su disfraz sería buen tema para una pintura.
La México era, como cada viernes, un hervidero de gente y pasiones. Pese a la falta de Venus como parte del cartel, Marte suponía suficiente atractivo para desatar las pasiones del respetable, aunque era cierto que desde su victoria sobre el Gorila, aun no había surgido algún gladiador que diese el ancho para enfrentarle y revivir un “pique” como el que se dio en aquellas épocas. Aunado a ello la negativa del coloso a enfrentar a Venus en un mano a mano, y la fama de cobarde que esta había puesto empeño en cultivar, daban como resultado un público cada vez menos entregado; y si bien esto se daba de manera paulatina y lenta, era al parecer, inevitable.
La estelar comenzó alrededor de las diez y cuarto de la noche. Como de costumbre, Marte doblegó con ayuda de sus compañeros a la tercia rival de manera espectacular y eficiente. La última palmada del réferi sonó alrededor de las diez con cincuenta minutos decretando la victoria para Marte y los suyos, prolongando de paso la racha de victorias del enmascarado escarlata. Como de costumbre, se lanzaron retos por medio del sonido local, pero antes de que el capitán de la tercia ruda hiciese uso de la palabra, una figura proyectó su imponente sombra sobre el cuadrilátero. Venus se despojó de su indumentaria, acercándose con paso decidido y ágil al encordado. Un silencio sepulcral pareció envolver el inmueble entero. Marte observaba la escena impasible, convencido de una sola cosa: no le daría a aquella mujer lo que le estaba pidiendo. Era un compromiso consigo mismo, y no estaba dispuesto a romperlo.
Una vez Venus llegó al cuadrilátero, tomó posesión del centro de este. No medió palabra alguna con nadie. El comisionado la observaba alarmado, pero incapaz de hacer algo. Los agentes de INTERPOL encargados de vigilar que Marte conservara su secreto también estaban como hipnotizados por la escena, impotentes ante un embrujo más fuerte que su voluntad. Ceremoniosamente, la gladiadora tomó el micrófono. Si alguien esperaba que dirigiese injurias a aquel que anhelaba fuera su rival, estaba por demàs equivocado: Venus se limitó a sacar un paquete que mantenía oculto tras de sí. Desplegó lo que parecía ser una reproducción de la máscara de Marte, y la enseñó a todo el público. Huelga decir que todos –incluso Marte- enmudecieron aun más, si cabe la expresión, al ver lo que la luchadora hacía: con lentitud casi religiosa, la seriedad estampada en su rostro y el odio en sus hermosos ojos, separó la máscara en dos partes. El micrófono reprodujo el crujido de la tela al separarse lentamente; el silencio era tal, que casi se podía escuchar el chasquido de cada uno de los hilos al separarse del tejido que alguna vez fuese homogéneo. El horror fue apoderándose de cada uno de los asistentes, mientras la máscara se convertía en un simple amasijo de hilachas sin significado o valor alguno.
Una vez terminada su labor, Venus bajó del cuadrilátero con la sonrisa cruzándole el semblante. No dijo palabra alguna, acaso parecía que aquello no era para ella algo más que una travesura que un niño ejecuta sin pensar demasiado en las consecuencias.
Después de un rato de estupor, Marte arrebató el micrófono al presentador. Furioso, exigió a Venus que se detuviera.
-¡Esto ya fue muy lejos! –dijo el enmascarado- ¡Si querías encontrarme, lo has logrado!
Venus sonreía satisfecha y burlonamente desde la tarima de protección.
-¿Finalmente se te quitó lo cobarde? –dijo ella, burlona.
-Mira Venus –respondió Marte –nunca peleo con mujeres; ¡Pero meterse con mi máscara es algo que no le perdonaría ni a mi hermano! ¡Si tanto quieres una lucha conmigo, que sea aquí, ahora mismo! ¡Y sin réferi!
La arena entera profirió un grito de excitación y alegría. Venus, contagiada de ese sentimiento salvaje de abandono y euforia, salió disparada a enfrentarle, pero el comisionado se interpuso en su camino, arriesgando su integridad física frente a aquel ciclón femenino en que se había convertido Venus.
-¡Serenidad, jóvenes! ¡La lucha se llevará a cabo, pero antes se firmará un contrato, y se hará como la Comisión lo dictamina!
Aunque hubo algunos jaloneos por parte de los seguidores de uno y otro, el asunto no pasó a mayores. La firma del contrato de la lucha de apuesta se pactó para el miércoles siguiente, estipulando que la lucha se celebraría dos semanas después de haberse firmado este.

Nunca en su vida Marte se había preparado como para aquella batalla. Corría casi hasta el agotamiento, con la máscara puesta; los combates de práctica eran llevados al extremo; cuidó como nunca su alimentación; permanecía en el gimnasio hasta pasada la medianoche; y, en fin, se encontraba cerca de la frontera divisoria entre un buen entrenamiento y el absoluto desgaste físico. Le importaba poco cuanto dijeran managers y compañeros: estaba obsesionado con derrotar a Venus.
Por su parte, la joven tampoco escatimaba esfuerzos previos a encarar lo que no solo era el reto más importante de su carrera, sino también en su vida. Derrotar a Marte suponía a sus ojos, confirmar su superioridad ante el género masculino, y por ende, culminar su venganza en contra de Don Rufino.
El día acordado llegó, no sin que hubiese habido de que hablar mientras duró la espera. La firma del contrato fue un espectáculo de dimes y diretes, algo que Marte no acostumbraba, e incluso llegó a criticar en más de una ocasión a algunos de sus compañeros. Venus por su parte, estaba acostumbrada a retar e intimidar a sus rivales antes de un encuentro de gran envergadura, pero en aquella ocasión casi rebasó sus propios límites, lo cual era decir mucho.
La expectativa del match se vio reflejada en la sociedad a niveles nunca antes vistos. Escuelas, centros de negocios, oficinas, e incluso recintos diplomáticos y políticos de alto nivel fueron testigos de la pasión desatada por el encuentro. Los partidarios de uno y otro llegaron a traspasar incluso el terreno de la confrontación y diferencias respetuosas, hasta liarse a golpes en aras de defender su preferencia sobre el adversario. La histórica función despertó interés incluso allende las fronteras de nuestro país. Delegados de Japón, Francia, E.U., Inglaterra, e incluso de Islandia fueron enviados a cubrir el magno evento en vivo.
Finalmente llegó el gran día; aunque incluso estuvo a punto de cancelarse, dado que la México Catedral resultaba insuficiente para albergar tal hervidero de pasiones encontradas. Con solo una semana de anticipación, el colosal Estadio Azteca concedió el espacio para llevar a cabo el evento, que resultó una mina de oro para organizadores y vendedores. Incluso el Presidente hizo que se reservase su palco, a fin de disfrutar el platillo que suponía aquella función histórica. (Aunque, curiosamente, el Primer Mandatario tuvo que atender una llamada diplomática de urgencia, perdiéndose el apasionante duelo que protagonizaron El Toisón de Oro y Mr. Maravilla, en contra de Crazy Latin Fusion y El Fantástico, regresando extrañamente cansado y adolorido, argumentando una caída de un inmueble que, para mayor seguridad, está construido de tal forma que un accidente de esa naturaleza tenga mínimas consecuencias).
Aunque el respetable gozó con los excelentes duelos preliminares, todo el mundo esperaba con rabiosa ansiedad aquel enfrentamiento entre los luchadores que, como ninguno en la historia del pancracio nacional, habían desatado tal desborde de pasiones. Por ello, una vez que Dinamita despojó a Salvaje de su cabellera, la multitud rugió con particular emoción cuando el tercero en la superficie dio la tercera palmada; mas no tanto por el resultado de la contienda, como por el hecho de saber que la de Marte y Venus sería la próxima confrontación en el programa.