martes, febrero 28, 2006

Corazón de Acero tengo yo...

Un mes después, pero al fin: el reporte de Acereros: ¡Sorry!


“Señores: son los campeones del mundo, los felicito. Esto que ven aquí, es un balón de futbol.
VAMOS A EMPEZAR DE NUEVO.”
-Vince Lombardi, después de ganar el Superbowl I a Kansas City
A casi dos semanas de la victoria de Pittsburg en el Superbowl XL vale la pena –después de haber digerido y enfriado un poco la emoción de la victoria- escribir algo acerca de ello, ya que se pueden sacar muchas enseñanzas extradeportivas del gran y meritorio esfuerzo de Pittsburgh, que desde los tiempos de la legendaria Cortina de Acero de Lambert, Bradshaw y Swann se ha caracterizado por ser un equipo dispuesto a pelear y darlo todo en pos de la victoria.
Y es que si bien aquellos Acereros de la década de los setentas constituían un verdadero equipo más que un grupo dirigido por sus estrellas, la versión 2005-06 de Pittsburgh fue realmente subestimada por la mayoría –y me incluyo en esa mayoría, pues si bien les veía mucho potencial, me parecía que Pittsburgh podría aspirar al título al cabo de dos o tres años- Y es que, bien mirado, Acereros no contaba con grandes estrellas. Cowher es un tipo que sabe aprovechar el potencial de su gente, y lo hace muy bien. Por si eso fuera poco, acostumbra entrenar a sus equipos de tal forma que los errores son escasos, pero aun así, Hines Ward está muy lejos de ser un Randy Moss, o Roethlisberger un Peyton Manning, al menos en lo referente a cualidades atléticas o estadísticas. Y sin embargo, se demostró que existen cosas si no más importantes, al menos sí que deben de ir a la par del talento y la habilidad, algo que se llama carácter.
Pittsburgh empezó a jugar el Superbowl desde la semana 14. Después de las derrotas ante Cincinatti e Indianápolis, su calificación pendía de un hilo. Podrá decirse que su cierre de temporada fue fácil, pero quiero ver si teniendo enfrente a tipos de más de 150 kilos en promedio, alguien dice que es “fácil” enfrentar a un conjunto de la NFL. Porque visto de manera objetiva, todo aquel que llega a esta liga tiene el potencial de hacer las mismas jugadas que el mejor del circuito en su posición. Desde afuera y basándose en las estadísticas, es muy cómodo decir: “x equipo es muy fácil”, pero estando allá adentro, son once contra once, con las mismas posibilidades y potencial de decidir un partido. Así pues, pongo en duda que para Pittsburgh haya sido “fácil” calificar a postemporada.
Y una vez dentro, empezaron las verdaderas pruebas. Enfrentaron a un peligroso equipo de Benaglíes que les había ganado previamente en Pittsburgh, y salieron avantes, no sin sufrir algunos sustos. Y después, el resultado más sorpresivo para la mayoría de los expertos: ganaron a Indianápolis en Indianápolis, aun a pesar de la derrota sufrida semanas antes en el mismo estadio. Sin embargo, para mí no fue sorpresa: fue una cuestión de carácter, liderazgo, y un partido endemoniadamente bien preparado por Cowher. Pero mas que nada, la diferencia estuvo en el manejo de la presión por parte de dos jugadores clave: mientras a Manning le asustó otra vez verse en un partido importante, Roethlisberger tuvo el carácter y los pantalones para superar los nervios y dar un muy buen juego, quizá no espectacular, pero sí carente de errores. Podrá decirse que la culpa no fue de Manning, pues no fue él el que falló el gol de campo, pero yo diría que sí le toca cargar con parte de la responsabilidad, pues no jugó como acostumbra en partidos irrelevantes contra rivales de mediana o pobre categoría. El “Big Ben” en cambio, sacó lo mejor de sí en la postemporada, algo que Manning no ha podido hacer en ocho años de carrera.
Confieso que muy a mi pesar, pensé que el camino de Pittsburg terminaba en Denver, pero no fue así: una vez más, Acereros planeó y ejecutó magistralmente su plan de juego. Cuando no hacían jugadas importantes, provocaban los errores del rival, dando como resultado el boleto al Superbowl, e independientemente del resultado de este, un lugar en la historia para el equipo que hizo posible la hazaña.
Paradójicamente, después de haber pasado tres semanas siendo el “no-favorito” para los apostadores en Las Vegas, Pittsburg llegó a Detroit como el favorito, siendo de paso el primero que, calificando como sexto en la siembra, llegaba al Superbowl.
Roethlisberger jugó quizá su peor partido en meses, pero ello no le quita en absoluto el mérito de haber salido con los brazos en alto, lo que es más: creo que lo ensalza más. Hay tres jugadas clave, a mi parecer, que demostraron el liderazgo y carácter de Roethlisberger: primero, cuando jugadas después de sufrir su primera intercepción, tuvo la sangre fría para sacudirse una fuerte presión por parte de los defensivos de Seattle y buscar a un hombre abierto cerca de la zona de gol. Un quarterback promedio seguramente se habría intimidado y regalado la captura en lugar de arriesgarse a un error. Minutos después, vino la segunda jugada clave del “Big Ben”: corriendo detrás del “Autobús”, buscó las diagonales con bastantes agallas, consiguiendo la primera anotación para su equipo.
La tercera jugada importante de Roethlisberger fue la puntilla para Halcones: La reversible con pase mandada por Cowher no hubiese tenido éxito sin el bloqueo clave del célebre número siete. No derribó a su oponente, pero lo estorbó lo suficiente, enfrentando una situación donde tenía la desventaja –compárese el peso de un quarterback con el de un liniero defensivo-, contribuyendo a concretar el triunfo de su equipo.
Justo es hacer un reconocimiento a Halcones Marinos, quienes a pesar de llegar como la víctima, y enfrentar el Superbowl más cargado hacia uno de los contendientes en la historia, nunca bajaron los brazos. De hecho, puede decirse que este fue un partido jugado por equipos que son realmente eso: un conjunto de hombres cooperando por un fin común, y no un grupo trabajando para el lucimiento de uno solo de sus elementos.
Por último, hay que reconocer la visión, tanto a nivel directivo como en el terreno, de la organización de Acereros. La familia Rooney apostó por la continuidad de un entrenador que a pesar de no haber concretado la meta de un campeonato, ha tenido una carrera llena de éxitos dentro de la organización, algo que ya no es muy frecuente en la NFL. Cowher a su vez tuvo la visión y la paciencia para dejarle los controles a un joven con bastante potencial, pero que despegó inesperadamente rápido para una posición sumamente demandante, física y psicológicamente. Creo que Cowher sabía desde el principio que tarde o temprano, este sería el equipo de Roethlisberger. Por ello, quizá prefirió sacrificar la sorprendente campaña del 2004, dejando a su titular probar la amargura y la responsabilidad de un juego de playoff, mirando a mediano plazo, pues echarse para atrás en esta fase de la temporada, habría menguado la confianza del “Big Ben”, y seguramente lo habría echado a perder.
Así pues, queda para la historia la temporada de ensueño de los Acereros de Pittsburgh, temporada que le ha asegurado a varios de sus miembros –especialmente Jerome Bettis- un lugar al lado de la inmortal Cortina de Acero.