viernes, julio 29, 2005

Vendiendo Versos

Un estudiante se le acercó en cierta ocasión a un viejo poeta que tenía la costumbre de vender versos en las calles de la ciudad. Generalmente la gente compraba sus palabras exhibidas cuando pasaba, aunque su principal sustento eran los enamorados que le mandaban hacer versos para conquistar a sus amadas, cuale era el caso de nuestro estudiante en cuestión.
-Señor poeta, necesito un verso y llevo prisa.
-Con todo gusto, caballero. ¿Sobre un tema en especial?
-Es para mi amada.
-¡Ah! ¿Quiere usted mandarlo a hacer?
-¡No tengo tiempo para eso! Deme ese barattito de ahí...
-¿No quiere saber antes sobre que versa? Comprar versos no es como comprar verduras, menos si es para una amada. Le aconsejo...
-Sisisisi. Démelo.
-Como quiera.
El estudiante se fue contento con su verso, seguro de convencer a su amada con tan sutil detalle, mas el poeta estaba seguro de que iría al siguiente día a reclamarle. Su personal profecía se cumplió, pues el estudiante, iracundo, se presentó en la plaza.
-Señor Poeta, es usted un farsante. Ayer le recité esto a mi amada:

"Tierra mía, seca y muerta,
riégote con sangre,
a ver si si de buenos hombres hay cosecha."
ella solo puso cara de confusión, y exclamó: "Muy bonito pero; ¿Acaso soy yo algo así como una patria?" Exijo que me devuelva mi dinero, o que me acepté lo pagado como un adelanto por un nuevo verso.
-Mmmm... me parece una justa propuesta. ¿Aceptas pues, que te mande hacer un verso para tu amada?
-¡Nada de eso! Mi tiempo y mi cariño no pueden esperar. Deme ese otro de allí, se ve lindo, y supongo que le gustará.
-Si, es un buen verso. SIn embargo, dudo que te gusté: lo escribí una vez que un amigo...
-Mire, perdóneme, pero no tengo tiempo de oir su historia. Me voy, porque mi amada espera.
Partió el joven a lo de su amada, con el alma henchida y su poema bajo el brazo. El poeta sonrió con malicia, seguro de una nueva visita al día siguiente. Otra vez, su suposición se cumplió.
-¡Ay poeta! ¿Es que te glorías con la desdicha de otros? Esto dije a mi amada esta vez, y su respuesta me llenó de sinsabores:
"Tu pálida mano me lleva
al vacío de dolores y penas.
Paz, paz inmóvil, toda me llenas"
"¿Es que soy para ti como la muerte? ¡Vete insensato, vete! ¡No te vea yo por aquí, o me harás palidecer de ira, con tus versos falsarios de mala poesía!" Señor poeta: necesito un verso que enamore, no uno que me valga injurias y desamores.
-Esto haremos: te tomaré en cuenta tus pagos anteriores, y te daré un nuevo poema.
--¡Si! ¡Si! ¡Eso me place!
El estudiante, acaso escarmentado de sus malas experiencias anteriores, tomose un tiempo para elegir el nuevo poema. Finalmente decidió llevar uno que le pareció particularmente bello, aunque era caro.
-Ese me llevo.
-¿Seguro?
Aunque percibió malicia en la manera de hablar del poeta, el estudiante no cejó. Buscábale defectos a su versito, y no se los encontró. Pagó con su grande billete el poema más caro de la exhibición, y largó con su amada una vez más, buscando complacerla ahora, con el verso que le brotaba de la lengua.
El siguiente día llegó el estudiante abatido, no solo en su alma, sino principalmente en su cuerpo (dos costillas antes flotantes, habíanle sido derribadas, una muela del juicio no sobrevivió a la apelación, y la nariz recta ahora parecía carretera). Con lo último de sus fuerzas, dijo esto, airado, al poeta:
-¡Poeta malo, falsario! ¡Otra vez me has engañado! ¡Esto díjele a mi amada, y casi me ha matado!
"Flor nocturna, vendes tu amor;
¡Ay de mi, comprar quisiera,
mas que tu cuerpo, tu virtud!"
"¡Me estás diciendo puta!" fue lo que gritó. Sus padres y hermanos moliéronme a palos, y solo porque quería brindarle mi amor. ¡Ay de ti, poeta malo! ¡Pese sobre tu cabeza esta visión! Puedes quedarte con los dineros, pero de cierto te digo que no volveré a comprarte verso o sílaba alguna, ¡Ahora los haré yo!
El poeta nada dijo, ni se ofendió. Simplemente dijo para sus adentros: "¡Misión cumplida, vive Dios!"